Sexo y dolor crónico

Es complejo unir estos dos conceptos en un mismo plato. Sexo y dolor crónico. Placer frente a malestar reiterado. Pero ambas son dimensiones dentro del espectro humano. Ambas nos aportan elementos, definen y complementan nuestra personalidad. Ambas hay que cuidarlas y mimarlas, como si de una planta se tratase.

Cuesta pensar que nuestro cuerpo nos puede generar placer cuando la mayor parte del día nos está generando mucho malestar. Vivir con dolor puede llegar a ser frustrante si no sabemos gestionarlo y sortearlo. Buscar formas más adaptativas para realizar nuestros objetivos teniendo en cuenta la presencia del dolor. Si nos resistimos a este, a los cambios que en nuestra cotidianidad pueda acarrear, estaremos consolidándolo, magnificándolo si es posible… Y como consecuencias nos puede provocar enfado con nosotros mismos, bajo estado de ánimo, sentimientos de incapacidad, falta de seguridad…factores que sean por cronicidad del dolor o por otra causa, actúan como inhibidores para nuestra actividad sexual.

Rechazamos mantener relaciones, porque rechazamos nuestro cuerpo al que no estamos comprendiendo. Nos enfocamos en el dolor. Y si nuestra atención está puesta sobre el dolor…¿qué espacio le queda al placer?

Es totalmente lógico que nos ocurra esto. Al padecer un dolor reiterado, la jerarquía de nuestras preocupaciones se reorganiza, dejando nuestro placer y nuestros deseos en las últimas posiciones. Pero por ello tenemos que hacer un esfuerzo en cuidar esos aspectos, el deseo y el placer, ya que son respuestas contrarias al dolor. Así que podríamos plantear que nos vendrían el doble de bien que a los demás 😊.

Antes de abordar el tema de la satisfacción del deseo es importante matizar algunos conceptos e ideas. Es muy común en nuestra sociedad relacionar deseo, placer, fantasías…con sexo. Y solemos olvidarnos de un aspecto crucial que sostiene al propio acto del sexo y sin el cual este ni tendría lugar…la sexualidad.

Lo primero que tenemos que tener claro es que sexualidad y sexo son cosas muy diferentes. El sexo lo podemos enmarcar en el acto que suele culminar con el orgasmo.

La sexualidad en cambio, la podemos definir como nuestra actitud, nuestra predisposición en lo que se refiere a esa búsqueda y obtención sana del placer. La sexualidad haría referencia a todos aquellos aspectos que tienen que ver con el deseo, la curiosidad, las fantasías, el erotismo…y eso es algo intrínseco en nuestro ser. Algo que nos define y complementa nuestra manera de desarrollarnos con nosotros mismos como con los demás.

Y es con nuestra sexualidad, en primera instancia, con la que debemos reconectar a pesar de nuestras dolencias crónicas. Rexplorar y redescubrir, redefinir incluso lo que es nuestro placer, nuestros deseos, nuestras propias caricias…

¿Cómo podemos llevarlo a cabo? ¿Debemos de esperar a que nuestros impulsos afloren de nuevo por si solos? No deberíamos de esperar a que el asunto se solucionase por si solo. Adoptar una actitud participativa es una muestra de la responsabilidad con la que asumimos el autocuidado de nuestra sexualidad. Diseñar espacios, momentos para dedicarlos a autoexplorarnos, (solo o en pareja) es una buena forma de empezar. Tumbarnos y relajarnos, estar absolutamente solos con nuestros pensamientos…escuchándolos, sin juzgar. Ser coherentes con ellos. Empezar a acariciarnos para ver como respondemos ante ese estímulo…curiosear con contenidos de carácter sexual que den rienda suelta a nuestras fantasías… son solo ejemplos que comparto por escrito para empezar. Pero lo mejor que puedes hacer es lo que a ti te surja, pues nadie te conoce como tu mismo.

Es un trabajo de autoconocimiento, y de sinceridad personal, que constituirá la base no solo de nuestro autocariño, si no del cariño que podremos dar a los demás. Al fin y al cabo, no debemos de perder de vista que el deseo está puramente relacionado con lo mental y lo emocional. Lo físico solo es la expresión de ese deseo. Antes de eso, es importante saber como disfrutar con uno mismo, como queremos buscar ese placer, y de que forma podemos satisfacerlo.

Una sexualidad sana es el motor para una actividad sexual sana. Una sexualidad sana es una prueba más de la congruencia con nuestro ser, un modo de aceptarnos en este momento vital en el que estamos. Y una muestra de aceptación no es más que el reflejo del cariño que poseemos.

 

Álvaro Fernández Gutiérrez

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